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martes, 1 de noviembre de 2016

«Yo, Picasso»: genio y chamán, por Cristina Castello


El «Guernica»— ese extracto de universo sin palomas
El «Guernica»— ese extracto de sangre, rebeldía y llanto

«Yo, Picasso» era su frase favorita. Fue un desesperado por la vida y la arrasó. No tuvo límites. Ni para crear, ni para doblegar. Ni para beberse el arte, el alcohol y los burdeles; ni para encerrarse en silencio, para crear. El 8 de este abril se cumplen los treinta y seis años de su adiós (¿A Dios?). Hoy  grita, gime, increpa y resiste desde el «Guernica», su obra maestra. Desde ese cuadro que es historia, que escribió la Historia, y que es emblema de libertad, «Yo, Picasso» sigue alertando a los inocentes de la Tierra. En el corazón de este mundo trémulo, su clamor pictórico y vital tiene hoy, aún más entidad.
           Niño prodigio y superdotado; comunista y pacifista, o burgués. Tierno y cruel; amigo y traidor... aquella vez. Aunque ardió en su fuego, salió siempre ileso, él. Calcinaba a los otros. A las otras. Las mujeres eran sus diosas,  pero también, «frazadas para limpiar pisos» y «máquinas para sufrir». Sus ojos desorbitaban destinos. Lo rodeó la muerte y lo abrazó la vida, hasta los 91, cuando nos dejó. ¿Quién fue: Eros o Tánatos?
            Fue un chamán, un genio; el mayor artista del siglo XX y hasta ahora sin parangón. Pintor, escultor, grabador, dibujante, su obra fue decisiva para el desarrollo del arte, incluso para el diseño gráfico, la ilustración y el cómic. Ganó un dinero incalculable; mientras otros artistas morían de hambre, él vivía en castillos y, cuando sus obras los desbordaban, no las vendía: compraba otros.
           Se declaraba pacifista y fue miembro del Partido Comunista Francés, hasta su adiós. Pero si bien la obra del Picasso de los 20 años, refleja el desconsuelo de los excomulgados de la humanidad, el de  los cuerpos abismados, y el de los ciegos, después nunca mostró explícitamente un compromiso con el dolor universal. Hasta que  el demonio nazi aliado a ese otro amo de los infiernos —el Generalísimo español Francisco Franco— se encaramó en pájaros asesinos. Pájaros-aviones que bombardearon la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, y la muerte puso huevos en la herida. ¡Oh ruiseñor de sus venas! (García Lorca).
 El chamán Picasso reaccionó de inmediato en favor de los republicanos.  Henchido de ira y pletórico de arte, pintó el célebre «Guernica».  
  El «Guernica»— ese extracto de universo sin palomas. El «Guernica»— ese extracto de sangre, rebeldía y llanto, a partir del cual hay un antes y un después. Un antes y un después para la pintura; un antes y un después —o debería haberlos— en las conciencias de quienes miran esos tres metros de alto y ocho de largo, de arte, furia y piedad.
           Con esta pintura, nada más —y nada menos—, que está en el Museo «Reina Sofía» de Madrid, hubiera sido suficiente para la gloria del genio.
           El «Guernica» es un alegato contra la guerra, contra el terrorismo franquista y contra todo fascismo. La violencia, las madres, las mujeres, la maternidad, la sexualidad, laten en esa obra, como un retrato del espanto. Fragmentos de vidas y muertes, son pequeñas imágenes de la gran imagen de un caos organizado, en la obra suprema que exige Libertad. 
           De un lenguaje pictórico sorprendente, es el trabajo de un maestro de la composición que revela, a la vez, la mirada inocente de un niño.
           Así fue Pablo Picasso. De pequeño pintó como un adulto, y recién en su madurez, recuperó su mirada de infante: «Desde niño pintaba como Rafael, y me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño». Cierto, no es fácil recuperar la inocencia.
           Pero nunca estuvo solo para buscar su mirada virgen; un año antes de morir, cuando tenía ya 90, dijo que la muerte fue la única mujer que lo acompañó siempre. Y entonces, las trece diosas «oficiales» que fueron sus frazadas para limpiar pisos y que, sin embargo, lo amaron incluso hasta el suicidio... ¿Qué hicieron?     
  Dora Maar:"Después de Picasso, Dios"

 Animal en celo

                       Quiso ser libre como el mar, y resultó esclavo de su sed hacia todo y hacia todas. Como un animal en celo,  necesitaba de las mujeres,  con la misma potencia con que las mimaba primero, y maltrataba después. Se desesperaba por las adolescentes, quería probar toda forma de sexo, ahogarse de pasión para mejor emerger. Si hasta fue sospechado de homosexual por el novelista Norman Mailer. ¡Vaya «delito»!
           Después  de haber pintado «El picador»,  en La Coruña a los  cuatro años, se enamoró de Carmiña.  Él tenía diez octubres; ella es «La niña de los pies descalzos», cuadro que el Maestro conservó hasta su adiós.
           Jadeante de deseo y tórrido para sus delectaciones, de allí en más todos sus amores —¿sabía amar?— se convirtieron en pinturas. Por sus etapas: azul,  rosa, cubista, la de cercanía al surrealismo, la expresionista, las de las máscaras africanas —por todas, después de Carmiña— desfilaron muchas de sus mujeres. La cupletista célebre Josefa Sebastiá— «La Chelito»; las que surgieron de aventuras, producto de la frecuentación de cabarés de París, Barcelona y Madrid y más.
           Hasta que llegó —le llegó—  Fernande Olivier. Con ella convivió en el barrio de  Montmartre, en París, pero se escapó del hogar para crear otro con Eva Gouel, a quien llamaba «Ma Jolie» («Mi Linda»).
Geneviève 

1917 le regaló a Olga Koklova, bailarina del ballet ruso, al que abandonó por Don Pablo Ruiz Picasso, llamado así hasta que —por rechazo hacia su padre— comenzó a firmar sólo son el apellido de su mamá. Al año siguiente se casaron: la princesa fue la única esposa de Picasso ante la ley; a partir de entonces, se integró la «alta sociedad» y vivió como un burgués. La rusa aristocrática, se había presentado ante él, altiva:

           —«Soy Olga Koklova, la sobrina del Zar», tronó como si susurrara, al tiempo que descubría su escote de aguas sediciosas frente al sediento de toda sed.
           Bellísima sobre su metro 55 de estatura, en las obras de su esposo apareció como una tonta, empecinada, e insatisfecha. ¿Existe la realidad o existen los ojos que la miran?
            El primer hijo de ambos, Paulo, nació tres años más tarde, y ayudó a  disimular el fin del amor, que se anunciaba. Con sus monerías infantiles, regocijaba a las arenas de la Costa Azul, al tiempo que la decadencia de la pareja encontraba su apogeo. 
           Como si su vida hubiera sido un best-seller, la historia del Genio estuvo signada también por la tragedia.         Paulo, con quien siempre había sido indiferente, murió de cirrosis y alcohólico; y —por una perversión del destino— su nieto Pablito se suicidó el día de la muerte del artista, pues Jacqueline Roque, su última y dictadora compañera, no lo dejó entrar al funeral. El pequeño bebió cantidades de lavandina, y se fue de la Tierra... ¿Con su abuelo, a Dios?
           Picasso había fumado opio en París con Apollinaire, Mirbeau, Lautrec y Modigliani. Buscaban semillas de sueños para sembrar la aurora. Fumaban para soñar. Y como un sueño llegó a su vida Marie-Thérèse Walter, cuando ella tenía 17 años y él 46. Era 1927.
           El deseo erótico se sumaba al placer de la aventura; el secreto de los encuentros era absoluto, para evitar problemas con la ley, por la edad de la adolescente. Cuando nació María concepción, Maia, la hija de los dos, Olga fue abandonada. Y también, a su turno, Marie-Thérèse, quien, sin embargo, siguió asistiéndole con devoción: le cortaba las uñas y el pelo y las guardaba, en un orden cronológico estricto, pues él temía que le hicieran brujerías. Escribió a su amado durante treinta años; y finalmente, cuando él murió, se suicidó  en la casa de Picasso en la Costa Azul.
  Françoise Gilot
Los ojos verdes de la fotógrafa yugoslava Dora Maar, le llegaron de la mano de Paul Éluard y su dulce esposa Nush, quienes los presentaron en un café de París. Corría 1936 y el chamán cayó rendido ante su belleza e inteligencia. Pero... ¿Es que él se rendía ante algo o alguien?
           No, también desertó de aquella mirada esmeralda, para tomar de la mano a Françoise Gilot, la Femme-Fleur en 1943, con quien tuvo otros dos hijos: Claude y Paloma.
           Dora, brillante y talentosa,  había fotografiado toda la etapa del Guernica, mientras sufría escenas de celos, que continuaron después de  la separación. Cada vez que él la encontraba con alguna posible pareja, hacía escándalos mayúsculos; para su delirio, cada mujer llevaba la «marca Picasso» y a ella se debía. Dora terminó en un manicomio, y finalmente se hizo profundamente religiosa.
             Con Françoise Guilot vivió en Antibes, en la Costa Azul de Francia (Alpes-Provence-Côte Azur); pero ella -40 años menor que el Chamán, lo dejó, para casarse primero con el 
artista Luc Simon en 1955; y más tarde con Jonas Salk, el pionero de la vacuna de la polio; con quien vivió hasta la muerte de científico, en 1995.
           Pero fue Jacqueline Roque, su última mujer, la única que pudo dominarlo, bueno... apenas un poquito; trató de aislarlo de sus amistades, hijos y nietos, lo acompañó hasta el final. Después de la muerte de Picasso en 1973 en Mougins, Francia, se pegó un tiro, pues no encontraba un sentido a la vida, sin él. Están enterrados juntos, en los jardines del Palacio de Vauvenargues, que Picasso había comprado, pero donde nunca había vivido, en la Riviera Francesa. Mientras se comía la vida, sin saberlo, había preparado su propio sepulcro, suntuoso.

El arte a quemarropa

           Casi todas sus mujeres escribieron libros sobre él. Pero cuando Françoise Gilot, publicó «Mi Vida Con Picasso»,  él no quiso ver nunca más a los hijos de ambos, Claude y Paloma. Con la única que se frecuentaba a veces, era con Maia, hija de Marie-Thérèse, se recordará. Ya grande, ella reconoció que su padre hubiera deseado guardar consigo a todas las mujeres; como un coleccionista, las clasificaba por color, forma y espíritu. Como a las mariposas.
           ¿Cuál de sus mujeres fue la más amada, si es que amó a alguna, más allá del ansia de poseerlas todas? Quizás lo fue la más oculta, la poeta Geneviève Laporte, más de 40 años más joven que él, bella, refinada, sutil. Aparentemente la relación duró un lustro, pero jamás la olvidó. «Nunca podré ser más que tus pinceles /Ser obra de tus manos /Estar dentro de ti», reza un fragmento de alguno de sus poemas para él.

           Pero todas le escribieron versos. Y también él escribió, entre cuyos libros, el más conocido es la obra de teatro «El deseo agarrado por la cola». Él lo podía todo. ¿Todo?
Picasso y Braque

 El poeta Guillaume Apollinaire lo escuchaba y acompañaba, con el afecto de los amigos verdaderos. Curiosa vida: en 1911 un empleado suyo robó algunas estatuillas del Museo del Louvre y las vendió a Picasso. Apollinaire fue detenido por la policía francesa y el genio fue llamado a declarar. Dijo no conocer en absoluto al poeta. Fue una traición.

           ¿Y cómo llamar a las expresiones de Joan Miró, cuando, con su esposa Pilar, se enteró de la muerte del gran Maestro? «Pilareta —se alegró — desde ahora el número uno soy yo».
Cada palabra es un autorretrato: aquí, el de Monsieur Miró.
           Pablo Picasso dejó un imperio y sus herederos viven en torno de su fortuna; salvo Paloma Ruiz Picasso, hija del pintor y de Françoise, que tiene su propio imperio de fragancias, joyas y bolsos. A ella le correspondieron 30.000 millones de la herencia, es dueña... hasta de rascacielos y, con su hermano Claude, compraron la isla Petalious en Grecia, a la cual casi no van.
Françoise Gilot con Claude y Paloma

Amaba a su papá: le importaba su inteligencia y su bohemia; ríe cuando cuenta que —ante ciertos gastos— le escuchaba siempre la misma  respuesta: «¿Crees que eres la hija de Rockefeller?».
           Picasso, ¿Eros, Tánatos, o ambos? Quizá ninguno. Picasso era un genio, y a los genios no se los suele medir con la misma vara que a todos. Tienen la «pasión del Absoluto», de la que escribió Louis Aragon, aunque no se refería a ellos. Son seres para quienes nada es suficientemente «algo».
            Aunque tengan una vida social activa, están aislados. Necesitan encontrar-se en la soledad, su único lugar posible. ¿Saben amar? El arte es un amante tan exigente que quiere al hombre todo entero, según Miguel Ángel Buonarroti. «Nunca podré ser más que tus pinceles», había comprendido sabiamente Geneviève. 
           ¿Hay un lugar cierto para alguien más, en la vida de un genio o de un artista? No, salvo si ese alguien sólo acompaña como una   «frazada para limpiar pisos»; o si es capaz de no perder su propia libertad interior y de conservar su propio mundo, en lugar de subordinarse al genio y dedicarse a la ceremonia de su adoración. Una de las pocas excepciones fue la conducta de Johann Sebastian Bach, quien tuvo una cotidianidad aparentemente normal. No hay muchas más.
           Aunque transiten las sombras, ellos tienen gula de luz. Tienen furia de hurgar en sus propias ventanas, hacia adentro, para encontrar ese nido celeste. Esa parte de Infinito que justifica y explica el arte, para de vivir entre el cielo y la tierra con aspiración de eternidad.
           El mundo es hoy una boa devoradora de vidas. Pueda Picasso, pueda el «Guernica» estremecer otra vez  el corazón del hombre. Y que la Justicia  «rompa sus andrajos grotescos de farándula, se escape de la pista, se meta por la puerta falsa, donde los mercaderes del mundo dirigen los destinos del hombre, y esa Justicia, pida la palabra» (León Felipe).

*Cristina Castello, en «Playboy» México - Enero 2009

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cristina Castello: mi nacionalidad francesa. Francia, Patria de mi follaje; Argentina, Patria de mi raíz


 Francia es la Patria de mi follaje. Argentina es la Patria de mi raíz



Fui sedienta a París y de tanta sed casi muero.
Pero quizá porque ardo en mi fuego.
Quizá porque me aferré a la vida 
del otro costado del vuelo
con terquedad de aurora,
morí y renací en París.
Y tanto la amo.
Amo su dignidad de flor silvestre
y su altivez de  aurora.
Mi  paso por sus calles no fue un paso.
Fue una huella, un surco,
una interrogación, una confianza y esos ojos.
Y París me retoñó, reverdecida.







Palais Lascaris- Ceremonia del 22/01/2016, durante la cual recibí de las autoridades de la República de Francia, mi nacionalidad francesa.
















El Condado de Niza que entra en el regazo de la República francesa en el año 1860 - En Palacio Lascaris.

















Mientras escuchaba las palabras de las autoridades, muy cálidas, con los valores fundamentales de la República Francesa.
Estuve muy conmovida, pues vivo un amor loco con Francia. 










En la carta de François Hollande, presidente de la República, dirigida a todos los nuevos franceses, dice, entre otras cosas, que, como franceses, también accedemos a la ciudadanía europea; y que participaremos totalmente en la gran aventura de la construcción de Europa.// ¡Podré votar también en Francia!! ¡Bravo!
 














La Declaración de los Derechos del Hombre (Humanos) -1789
















Cantar  La Marseillaise, con mis compatriotas franceses,
fue una gran conmoción espiritual.











Tengo dos Patrias y amo a mis dos Patrias, intensamente
A Francia le di mi poesía, mi compromiso y todo lo que pude aportar a su Cultura. Francia me dio mucho, inmenso.
Y en París conocí a André Chenet, poeta francés, mi amado, y a los tres meses nos casamos.
A Argentina le di y doy todo.
....
"La República es una idea, la República es un principio, la República es un derecho. La República es la encarnación misma del progreso" (Victor Hugo)

22/01/2016

lunes, 14 de diciembre de 2015

El horror y la luz en la vida de Cristina Castello, en diálogo con Arturo Cavallo

Captura de pantalla que hizo mi esposo, André Chenet, desde Francia: puro amor
Siempre digo que todos tenemos en la vida uno, dos, o más momentos de fractura. No se sale impunemente del horror ni de la belleza. Se sale mejor o peor, según el material de resistencia espiritual de cada uno. 

Arturo Cavallo, periodista y productor,  hombre de ojos que saben ver- apuntó a esa parte de mi ser/vida. A una de las bisagras que marcó uno de mis «antes» y de mis «después». 
Prodigiosa vida que, mientras vivía yo el «antes» de horror, me preparaba y anticipaba el milagro de un «después» de luz. Tanta luz. «Pues la belleza no es nada/sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces/de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente/desdeña destrozarnos.» (R. M. Rilke).

En nuestra charla, que pueden ustedes ver/escuchar en tres bloques cortos, están presentes el periodismo y algunos colegas, como Jorge De Luján Gutiérrez,  Raúl Burzaco, y tantos,nombrados o no (no mencioné al queridísimo Hugo Ferrer), pero siempre en mí;  y siempre la poesía; y siempre las manos abiertas hacia mis demás. En suma, las tres razones de mi vida… Y más: mis dos ciudades: Buenos Aires y París, anécdotas con mis entrevistados… y hasta alguna travesura que filtré, sobre la actualidad política.

Un viaje al ayer, que no es recuerdo sino vivencia, en maridaje perfecto con mi hoy, que tiene mucho que ver, también, con la vida de mis dos patrias: Buenos Aires, la patria de mi raíz y París, la patria de mi follaje. 
«Y porque a veces me pasan estas cosas, la vida, me miro a los espejos y Dios me reconoce» (Rafael de León).
                       Cristina Castello


La entrevista, aquí: 

Primer bloque: 14 minutos
El diálogo comienza en el minuto 
02:52


Segundo Bloque: 15 minutos


Tercer Bloque: 24 minutos


oooooooo

Cristina Castello es una resiliente
por Arturo Cavallo

Es una resiliente.
Camino a la redacción de la revista "Gente", donde trabajaba, fue atropellada por un auto. A partir de ahí se reinventó.
Después de dos años de aquel corte en su vida, entera “por dentro y por fuera”; volvió al periodismo que había empezado casi de niña, y mientras estudiaba la carrera, al que no dejó ni siguiera cuando se hacía alguna "luz" entre una y otra operación de aquellos fatídicos tiempos; los entrevistados -primeras figuras del quehacer nacional- sentados al lado de su cama de convaleciente, debían arreglárselas para responder a sus preguntas, siempre a fondo y sin concesiones.
Había trabajado en todos los medios gráficos de Córdoba, y –en Buenos Aires desde 1982, en aquel “Tiempo Argentino” de Raúl Burzaco, en “Gente” en “Viva” de Clarín y otros varios medios escritos. Docente de La Entrevista Periodística, también son de su responsabilidad su programa de tele “Sin Máscara”, de radio, “Convengamos que… con Cristina Castello”, sus columnas en otras emisiones, etc.
Entre el 76' y el 83'  -y también después- padeció el horror y la amenaza, sólo por luchar con la palabra, por la Democracia. 
Poeta –cuatro poemarios bilingües publicados en París- y periodista por esencia, con más de una década viviendo en Francia, desde donde trabaja para medios de ese país, de España y de Méjico.
Es Cristina Castello en diálogo con Arturo Cavallo en «Abrazos, mañana, tarde y noche» martes 10 hora 13 en en Veo Radio 
www.veoradio.com.ar y porwww.arturocavallo.com.ar. Repetición sábado hora 10 y en diversos días y horarios en distintas radios de AM y FM de provincias. En bloques horarios en radios internacionales.
Primer bloque: 
https://www.youtube.com/watch?v=c026IXc-FPc
Segundo bloque: 
https://www.youtube.com/watch?v=9eNQCXw_Sjo
Tercer bloque: 
https://www.youtube.com/watch?v=fSxWoK91oy8


jueves, 3 de septiembre de 2015

Ernest Hemingway: escritor, enamorado y suicida, por Cristina Castello


Ernest Hemingway: Escritor, enamorado y suicida
  Por Cristina Castello
Desde muy joven, la obsesión de Ernest Hemingway fue descubrir cómo vivir, y conservó esta obsesión hasta la muerte. Cuando ya no supo cómo, se pegó un tiro.

Antes, ardió en su propio fuego —su intensidad—, aunque más a lo hondo que a lo largo. Sí. Su paso por el mundo fue breve. Y julio fue su mes.
En el de 1899 abrió sus ojos a la vida y el de 1961 lo llevó a la muerte. En sus casi sesenta y dos julios fue periodista, pescador y boxeador; amó el mar y las corridas de toros. Tuvo cincuenta y siete gatos, varios de ellos con su propia lápida en el cementerio de animales construido junto a la piscina, en su «Finca Vigía» de la Habana, donde residió veintidós años. Fue cazador en África, conductor de ambulancias en la Primera Guerra Mundial, corresponsal y especie de combatiente en la segunda, y corresponsal en España durante la Guerra Civil; sufrió depresiones y padeció  electroshocks. Ardía en su propio fuego, estaba dicho.

Hemingstein, como solía llamarse socarronamente a sí mismo, fue un viajero tan obstinado como lo fue su deseo de justicia y de libertad. Y, sobre todo, fue novelista y escritor. Es un verdadero monumento de las letras anglosajonas —ganador del Premio Pulitzer por El viejo y el mar y del Nóbel de Literatura en 1954— y un referente literario de todas las épocas.
Pero para él, saber cómo vivir también se refería a su relación con las mujeres, y esto lo llevó de abrazo en abrazo, de la idealización a la decepción… con todas ellas, a las que llamaba «hijas». Así lo muestran sus cuatro matrimonios y sus —al menos— otras dos relaciones amorosas profundas.
Agnes von Kurowsky

Una, con la norteamericana Agnes von Kurowsky, a quien deslumbró con su inteligencia, sus músculos, su desparpajo... y con la medalla al valor que le dio el gobierno italiano, por la descarga de metralla que recibió cuando intentó rescatar un soldado herido. Pero nuestro escritor tenía entonces apenas 19 años y Agnes, 30…y ella se casó con un galán napolitano.

Para la otra aventura, a sus 49 años, eligió en Venecia a Renata Ivancich, italiana, de 19, de cuya historia surgió su novela Al otro lado del río y entre los árboles. Antes de morir, él quiso cruzar las aguas y descansar entre el follaje. No le fue posible. 
Renata Ivancich

De espías y repollos
¿Tuvo Hemingway sólo otros dos amores apasionados, además de sus esposas… o fueron otros cuatro, o cinco? 
Vamos a la número «cuatro» (mencionadas, todas, fuera del orden cronológico).  Muy joven aún, le iba bien una mujer que era, ya, un mito: Mata Hari. Así lo recoge quien más tarde sería su biógrafo: «Nos contó a un grupo, bastante borracho, que ‘una noche la j... bien, aunque la encontré muy pesada de caderas y tenía más interés por lo que hicieras por ella que por lo que ella daba al hombre’». Pero la verdad era otra: Hemingway viajó a Europa por primera vez en el 1918 y Mata Hari había sido fusilada en 1917. El ensueño de Ernest había inventado una leyenda que todos creyeron.
La quinta. ¡Y que «quinta»! Él la llamaba «My little kraut» («Mi pequeño repollo») y ella lo apodaba «Mi querido papá». «Marlene, te quiero por encima de todas las cosas, y lo sabes endemoniadamente bien», le escribía Ernest desde Cuba. «Marlene» era Marlene Dietrich, el «Ángel azul», la actriz alemana que se opuso al nazismo a riesgo de su vida.  
¡Oh Marlene!

Se amaron con «ese» amor que puede tener cierto sostén de eternidad: el amor platónico, sin sexo. La pasión de esta, para la mayoría de los mortales, «extraña pareja», esa «pasión sin igual», según Hemingway, había empezado en 1934, cuando se conocieron. Pero el fervor amoroso creció y se mantuvo después, durante diez años: entre los 50 y los 60 del célebre autor. Se admiraron. Burlaron geografías, distancias y ansias de cuerpos enlazados. Se adoraron.
Así lo atestigua la colección de 31 cartas de amor del escritor a la actriz, donadas por Maria Riva, hija de la Dietrich, al museo John F. Kennedy de Boston.

La esposa, su amiga y las dos periodistas

Su libro Fiesta tiene esta dedicatoria: «A Hadley y a John Hadley Nicanor».  
En 1920 se casó con Elizabeth Hadley Richardson, cuando ella contaba 29 y él sólo 21. Ernest ganaba entonces 40 dólares mensuales pero Hadley paliaba la situación con sus 3.000 anuales por dividendos de acciones. El matrimonio se fue a París, etapa que está reflejada en Paris era una fiesta. Fue un tiempo dorado, donde nació John Hadley Nicanor, su primer hijo: «cuando éramos muy pobres y muy felices»… «Yo la quería —dice Ernest de su esposa— y no quería a nadie más».
 Elizabeth Hadley Richardson

Hasta que apareció la «amiga de la esposa». Y todo se acabó.
O empezó. Ahora con «la amiga», Pauline Pfeiffer, bellísima, con quien se casó cuando él tenía 29 años… sumido en remordimientos y en su propio dolor,  cuando su nueva esposa estuvo a punto de morir, en el parto de Patrick, el segundo hijo de Ernest.

 En 1936 estalló la guerra en España. Hemingway ya era rico y famoso, y vivía en una finca en Key West, en Florida, Estados Unidos. A su lado, Pauline y Patrick. Aun así, él quebró su paz para informar desde España sobre la Guerra Civil. Pero en su vida ya había otra periodista, a quien había conocido en un bar. Era Martha Gellhorn, también brillante y bella.    
Pauline Pfeiffer

   Fue el final del segundo matrimonio. En España, donde también recogió material para su futura novela (Por quién doblan las campanas), Ernest vivió con pasión su nuevo romance, que culminó en boda a los 41 años del escritor.  Con Martha se estableció en Cuba, pero su nueva vida sólo conoció soplos de dicha. Él anhelaba desesperadamente una hija, que Martha no le dio jamás; y la vida en común de la pareja —con disputas agrias y frecuentes— fue casi accidental, pues ella viajaba mucho, absorbida por el periodismo.
 Martha Gellhorn

 Por eso, cuando en 1945 Hemingway está otra vez en Europa mandando informes sobre la Guerra Mundial y conoce en Londres a Mary Welsh, también periodista, las condiciones son ideales para un nuevo romance. Tras el fin de la guerra, Ernest y Mary se casan, cuando él tenía 47 años.  ¿Fue Mary su último amor?
Veamos… Él buscaba el sentido de la vida... En Adiós A Las Armas Hemingway se retrata a sí mismo como Frederick Henry,
—rol que en el filme sobre el libro jugó Gary Gooper— un chofer de ambulancia en el frente italiano que se enamora de una hermosa enfermera, Catherine Barkley. La novela es en su mayor parte autobiográfica. ¿Acaso Catherine, su primer amor en la ficción, fue su único y gran amor?
Quizá. Porque —paradójicamente— él era un solitario y porque buscaba un amor ideal.
Mary Welsh

 «Lo único que quería saber era cómo vivir», había escrito en su primera obra importante, Fiesta, publicada a sus 27 años.
 ¿Lo había conseguido? Seguramente creyó que no.

El domingo 2 de julio de 1961 se levantó temprano en su casa de Ketchum, Idaho, último hogar del último matrimonio Hemingway, fue hasta el cuarto donde se guardaban las escopetas de caza, y allí cargó una de doble cañón. Se la puso en la frente. Apretó el gatillo.
El ruido del disparo despertó a Mary Welsh.




Cristina Castello, en revista Open (México), 10 de octubre de 2007

miércoles, 5 de agosto de 2015

Daniel Scioli es un arma cargada de ignorancia, por Cristina Castello

"No me gustó ese nivel de agresión, hablando del arma
que hay que ir a votar con un arma.
Tenemos que contribuir a mayor armonía"
.
"Con un arma

"Con un arma ". Dijo.
Lo dijo Daniel Scioli el primer sábado de este agosto, en el programa de la señora Mirtha Legrand. 
Se refería a ciertos giros del discurso que Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural había pronunciado un día antes: 
"Uno a uno, iban cayendo los guijarros de piedra en la urna de barro. 
Una a una caían las pequeñas piedras en el cántaro: 
Piedra blanca, consiento...  / Piedra negra, desapruebo..."
Así comenzaba el pregón, una pieza oratoria asombrosa.
Etchevehere dijo piedra, dijo blanca,  dijo negra   y César Vallejo sobrevoló sobre nosotros, como seguramente antes, había inspirado a Etchevehere ("Piedra Negra Sobre Una Piedra Blanca")      
Y entonces, en lugar de "piedra" escuché "alma";
y en lugar de "blanca" escuché "vida";
y la palabra "negra" me sonó a "muerte", según interpreta esas palabras, el
 diccionario de símbolos de Cirlot. Quizá Scioli no se enteró ni sabe de esto. Si no, seguramente y si conociera de travesías literarias, hubiera inventado para el orador otro círculo del infierno del Dante.
El discurso de Etchevehere, fue un llamado a vivir en Democracia y en República; una descripción de alto vuelo de la situación actual: una forma de "conmover la conciencia pública" (Antonin Artaud dixit); y estuvo poblado de palabras de poetas, a algunos de los cuales no nombró pero de quienes citó sus versos.
Mientras lo escuchaba -y luego, leía- creí estar en épocas  no tan lejanas, cuando todavía había argumentaciones porque había  aún algunos hombres elocuentes y cultivados
Citemos apenas dos casos, pero son muchos y habrá más si nos remontamos en el tiempo. Cómo olvidar  que escuchar al doctor Osvaldo Álvarez Guerrero, podía significar aprender, entre otros saberes y siempre con su gran modestia,  sobre "la selva espiritual de la creación estética"; que con Francisco de Durañona y Vedia, podíamos llegar a amar la ópera como jamás lo hubiéramos soñado... Hubo más talentos, créase o no. Bendita vida aunque hoy nos parezca maldita. 
Para una repetición literaria como figura retórica, Etchevehere eligió el verso "un arma cargada de futuro", de un poema del gran Gabriel Celaya.  Bastante después de haber reiterado con intensidad y ritmo poético "un arma cargada de futuro", dijo: En pocos días más la democracia pondrá en las manos de todos los argentinos una herramienta poderosa.
Un arma cargada de futuro.
Un arma cargada de esperanzas.
Un arma cargada de ilusiones.
Ese arma es... :
El Voto 

Y Scioli se espantó:
"No me gustó ese nivel de agresión, hablando del armaque hay que ir a votar con un arma", dijo en la mesa de Mirtha. 
Cosas vederes, Sancho, que non crederes... No era un arma como el arma que suicidó al fiscal Alberto Nisman, Gobernador. Era un "arma cargada de futuro". Sólo eso y tanto como eso.


La poesía es la más ultrajada de todas las artes; y, sin embargo, el poeta tiene o debería tener y Ser, el más alto grado de la conciencia humana
No pretendo que todos sean expertos, pero hay versos que son ya. y por Gracia, muy conocidos; y que para un aspirante a presidente, es una vergüenza desconocer. Bueno... si los desconoce, por lo menos deberá tener el buen criterio para comprender que "cargar de futuro" no es lo mismo que cargar el arma que suicida a un fiscal de la República.
"La poesía es un arma cargada de futuro"  (aquí, por Paco Ibáñez)
El voto deberá querer que el actual gobernador de la PBA no sea nuestro presidente; pero no sólo para terminar con el sino peronista de los vuelos a la estratósfera  o con la retahíla de groserías y vulgaridades con que nos avergüenza Madame Kirchner, esto es, con la prostitución del lenguaje,  de la cultura y de la vida. Sobre todo, en cambio, para ver si podemos construir un país . Para que dejemos de sufrir este resumidero de todas las miserias humanas que es el peronismo en el  poder.
A ver si un día rozamos la idea del valor social de la felicidad.

Otras horas felices,
matarán a estas horas doloridas
y las que hoy son heridas, 
se volverán mañana, cicatrices.
Auguró Etchevehere, con estos decires de Gregorio Marañón...
Sí, si sabemos votar
Si no, si bendecimos en las urnas lo mismo que nos maldice la vida, nuestro país seguirá siendo
como
... los días jueves, 
y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos... *
Gabriel Celaya

Cristina Castello, 5 de agosto de 2015
* César Vallejo